¿Quién no ha hecho alguna vez una pelota de cera? ¿Quién no
ha escuchado infinidad de veces eso de “nazareno, dame cera”? ¿Quién se ha
negado a darle un poco de cera a algún chiquillo que se la haya pedido? Todos
comenzamos de alguna forma nuestro caminar por el mundo de las cofradías,
algunos con las estampitas, otros con los caramelos, otro con el terror a los
nazarenos, pero, también todos hemos tenido pelotas de cera.
La inocencia de los más pequemos hace que no se den cuenta a
penas de lo que están haciendo, pero conforme se va creciendo, las mentes van
madurando y entendiendo el porqué de las cosas, y lo que era un simple gesto de
entretenimiento y curiosidad en la infancia, se convierte en un valioso tesoro.
Tesoro en el que se mezclan multitud de sentimientos y devociones, desde el
blanco de los nazarenos de la Borriquita, hasta el verde de San Roque, desde el
nazareno más pequeño, hasta el más anciano, desde el más piadoso al menos
devoto…. En esas pelotas de cera se encuentran la cera de los cirios con los
que cada nazareno va acompañando a su Hermandad, con su plegaria y su rezo, con
su penitencia y su entrega, con su esfuerzo…