Virgen purísima, concebida sin pecado y desde aquel
primer instante toda hermosa y sin mancha, gloriosa María, llena de gracia y
Madre de mi Dios, Reina de los Angeles y de los hombres: Sois el asilo seguro
de los pecadores penitentes: con razón, pues, a Vos acudo; sois Madre de
misericordia; no podréis, por lo tanto; dejar de enterneceros a la vista de mis
miserias; sois, después de Jesucristo, toda mi esperanza: no dejaréis de
aceptar con agrado la tierna confianza que tengo en Vos. Alcanzadme que sea
digno de ser llamado hijo vuestro y que pueda deciros con entera confianza:
"Monstra te esse matrem", demuestra que eres mi Madre.
Vedme a vuestros santísimos pies, oh Virgen Inmaculada;
me alegro grandemente con Vos, que desde la eternidad hayáis sido elegida Madre
del Verbo eterno y preservada de la culpa original. Doy gracias y bendigo a la
Santísima Trinidad, que os enriqueció con tales privilegios en vuestra Concepción;
y os suplico humildemente que me alcancéis la gracia de vencer los tristes
efectos que el pecado original causó en mí y que nunca deje de amar a mi Dios.
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