BIENVENIDO A "LA PASIÓN DETALLE A DETALLE"

.

.

3/30/2014

Lecturas: IV Domingo de Cuaresma



Primera Lectura

Lectura del primer libro de Samuel 16, lb. 6-7. 10-13a

En aquellos días, el Señor dijo a Samuel:
‒ «Llena la cuerna de aceite y vete, por encargo mío, a Jesé, el de Belén, porque entre sus hijos me he elegido un rey.»
Cuando llegó, vio a Eliab y pensó:
‒ «Seguro, el Señor tiene delante a su ungido.»
Pero el Señor le dijo:
‒ «No te fijes en las apariencias ni en su buena estatura. Lo rechazo Porque Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia; el Señor ve el corazón.»
Jesé hizo pasar a siete hijos suyos ante Samuel; y Samuel le dijo:
‒ «Tampoco a éstos los ha elegido el Señor.»
Luego preguntó a Jesé:
‒ « ¿Se acabaron los muchachos?»
Jesé respondió:
‒ «Queda el pequeño, que precisamente está cuidando las ovejas.»
Samuel dijo:
‒ «Manda por él, que no nos sentaremos a la mesa mientras no llegue.»
Jesé mandó a por él y lo hizo entrar: era de buen color, de hermosos ojos y buen tipo. Entonces el Señor dijo a Samuel:
‒ «Anda, úngelo, porque es éste.»
Samuel tomó la cuerna de aceite y lo ungió en medio de sus hermanos. En aquel momento, invadió a David el espíritu del Señor, y estuvo con él en adelante.
Palabra de Dios.




Salmo Responsorial
Sal 22

R. El Señor es mi pastor, nada me falta.
El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar,
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R.
Me guia por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R.
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitare en la casa del Señor
por años sin término. R.


Segunda Lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 5, 8-14

Hermanos:
En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor.
Caminad como hijos de la luz ‒ toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz ‒, buscando lo que agrada al Señor, sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien denunciadlas.
Pues hasta da vergüenza mencionar las cosas que ellos hacen a escondidas.
Pero la luz, denunciándolas, las pone al descubierto, y todo lo descubierto es luz.
Por eso dice:
«Despierta, tu que duermes,
levántate de entre los muertos,
y Cristo será tu luz.»
Palabra de Dios.

 
Evangelio

 Lectura del santo evangelio según san Juan 9, 1-41

En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento.
Y sus discípulos le preguntaron:
‒ «Maestro, ¿quién pecó, este o sus padres, para que naciera ciego?»
Jesús contestó:
‒ «Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día, tenemos que hacer las obras del que me ha enviado; viene la noche, y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo.»
Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó
en los ojos al ciego y le dijo:
‒ «Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).»
Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban:
‒ «¿No es ese el que se sentaba a pedir?»
Unos decían:
‒ «El mismo.»
Otros decían:
‒ «No es el, pero se le parece.»
El respondía:
‒ «Soy yo.»
Y le preguntaban:
‒ «¿Y cómo se te han abierto los ojos?»
El contesto:
‒ «Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver.»
Le preguntaron:
‒ «¿Dónde está él?»
Contesto:
‒ «No sé.»
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista.
Él los contestó:
‒ «Me puso barro en los ojos, me lave, y veo.»
Algunos de los fariseos comentaban:
‒ «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.»
Otros replicaban:
‒ «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?»
Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego:
‒ «Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?»
Él contestó:
‒ «Que es un profeta.»
Pero los judíos no se creyeron que aquel había sido ciego y había recibido la vista, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron:
‒ «¿Es este vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?»
Sus padres contestaron:
‒ «Sabemos que este es nuestro hijo y que nació ciego; pero como ve ahora, no lo sabemos nosotros, y quien le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse.»
Sus padres respondieron así porque tenían miedo a los judíos; porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. Por eso sus padres dijeron: «Ya es mayor, preguntádselo a él.»
Llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron:
‒ «Confiésalo ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador.»
Contestó él:
‒ «Si es un pecador, no lo sé; solo sé que yo era ciego y ahora veo.»
Le preguntan de nuevo:
‒ «¿Que te hizo, como te abrió los ojos?»
Les contestó:
‒ «Os lo he dicho ya, y no me habéis hecho caso; ¿para que queréis oírlo otra vez?; ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos?»
Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron:
‒ «Discípulo de ése lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ese no sabemos de dónde viene.»
Replicó el:
‒ «Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de donde viene y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si este no viniera de Dios, no tendría ningún poder.»
Le replicaron:
‒ «Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?»
y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo:
‒ «¿Crees tú en el Hijo del hombre?»
Él contestó:
«¿Y quién es, Señor, para que crea en él?»
Jesús le dijo:
‒ «Lo estás viendo: el que te está hablando, ese es.»
Él dijo:
‒ «Crea, Señor.»
Y se postro ante él.
Jesús añadió:
‒ «Para un juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven vean, y los que ven queden ciegos.»
Los fariseos que estaban con el oyeron esto y le preguntaron:
‒ «¿También nosotros estamos ciegos?»
Jesús les contestó:
‒ «Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado, pero como decís que veis, vuestro pecado persiste.»
Palabra del Señor.

3/28/2014

Con la Cruz a cuestas





Después de la humillación, más humillación, no es bastante que lo coronen de espinas, que lo azoten y que le golpeen la cabeza, ahora tiene que cargar con la cruz, llevar el madero mortal al lugar donde será crucificado, y lo hace con amor, amando hasta esa cruz que carga en sus espaldas. Señor, gracias por darnos ese ejemplo de aceptación y de entrega a Dios.

3/23/2014

Lecturas: III Domingo de Cuaresma



Primera Lectura

Lectura del libro del Éxodo 17, 3-7

En aquellos días, el pueblo, torturado por la sed, murmuró contra Moisés:
‒ «¿Nos has hecho salir de Egipto para hacernos morir de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?»
Clamó Moisés al Señor y dijo:
‒ «¿Qué puedo hacer con este pueblo? Poco falta para que me apedreen.»
Respondió el Señor a Moisés:
‒ «Presentate al pueblo llevando contigo algunos de los ancianos de Israel; lleva también en tu mano el cayado con que golpeaste el rio, y vete, que allí estaré yo ante ti, sobre la peña, en Horeb; golpearás la peña, y saldrá de ella agua para que beba el pueblo.»
Moisés lo hizo así a la vista de los ancianos de Israel. Y puso por nombre a aquel lugar Masá y Meribá, por la reyerta de los hijos de Israel y porque habían tentado al Señor. Diciendo:
‒ «¿Está o no está el Señor en medio de nosotros?»
Palabra de Dios.


Salmo Responsorial
Sal 94

R. Ojala .escuchéis hoy la voz del Señor:
«No endurezcáis vuestro corazón.»
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos. R.
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que el guia. R.
Ojala escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masa en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.» R.


Segunda Lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos·5, 1-2.5-8

Hermanos:
Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo.
Por él hemos obtenido con la fe el acceso a esta gracia en que estamos: y nos gloriamos, apoyados en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios.
Y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado.
En efecto, cuando nosotros todavía estábamos sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; en verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros.
Palabra de Dios.



Evangelio

 Lectura del santo evangelio según san Juan 4, 5-42

En aquel tiempo, llego Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el manantial de Jacob.
Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial.
Era alrededor del mediodía.
Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice:
«Dame de beber.»
Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida.
La samaritana le dice:
«¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana? »
Porque los judíos no se tratan con los samaritanos.
Jesús le contesto:
«Si conocieras el don de Dios y quien es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.»
La mujer le dice:
«Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?»
Jesús le contesto:
«El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.»
La mujer le dice:
«Señor, dame esa agua: así no tendré mas sed, ni tendré que venir aquí a sacarla.»
Él le dice:
«Anda, llama a tu marido y vuelve.»
La mujer le contesta:
«No tengo marido.»
Jesús le dice:
«Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad.»
La mujer le dice:
«Señor, veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén, »
Jesús le dice:
«Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos.
Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adoraran al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así. Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad.»
La mujer le dice:
«Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo.»
Jesús le dice:
«Soy yo, el que habla contigo.»
En esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer, aunque ninguno le dijo: «¿Que le preguntas o de que le hablas?»
La mujer entonces dejo su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente:
«Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho;
¿será este el Mesías?»
Salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él.
Mientras tanto sus discípulos le insistían:
«Maestro, come.»
Él les dijo:
«Yo tengo por comida un alimento que vosotros no conocéis.»
Los discípulos comentaban entre ellos:
«¿Le habrá traído alguien de comer?»
Jesús les dice:
«Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra.
¿No decís vosotros que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo esto: Levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya dorados para la siega; el segador ya está recibiendo salario y almacenando fruto para la vida eterna: y así, se alegran lo mismo sembrador y segador.
Con todo, tiene razón el proverbio: Uno siembra y otro siega. Yo os envié a segar lo que no habéis sudado. Otros sudaron, y vosotros recogéis el fruto de sus sudores.»
En aquel pueblo muchos samaritanos creyeron en el por el testimonio que había dado la mujer: «Me ha dicho todo lo que he hecho.»
Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer:
«Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo.»
Palabra del Señor.