CIUDAD DEL VATICANO, 9 MAR 2011
(VIS).-"Hoy, con el austero símbolo de la ceniza, entramos en el tiempo de
Cuaresma, comenzando un viaje espiritual que nos prepara para celebrar
dignamente los misterios pascuales. La ceniza (...) es un signo que nos
recuerda nuestra condición de criaturas, nos invita a la penitencia y a
intensificar nuestros esfuerzos para convertirnos y seguir cada vez más al
Señor", dijo el Papa en la audiencia general de los miércoles a los 7.000
fieles congregados en el Aula Pablo VI.
"La
Cuaresma es un camino, es acompañar a Jesús que sube a Jerusalén, lugar de la
realización del misterio de su pasión, muerte y resurrección; nos recuerda que
la vida cristiana es un "camino" por recorrer, que consiste no tanto
en una ley que cumplir sino en la persona de Cristo, a quien hay que encontrar,
conocer y seguir".
"Sobre
todo la liturgia, la participación en los sagrados misterios, nos llevan a
emprender este camino con el Señor, (...) reviviendo los acontecimientos que
nos trajeron la salvación, pero no como una simple conmemoración, como un
recuerdo de cosas pasadas -subrayó el Santo Padre, recordando que "hay una
palabra clave que se repite con frecuencia en la liturgia para indicar esto: la
palabra "hoy", que debe entenderse en el sentido original y concreto,
no metafórico. Hoy Dios nos revela su ley y nos da a elegir entre el bien y el
mal, entre la vida y la muerte".
En los
domingos de Cuaresma vivimos un "itinerario bautismal" para
"hacer que nuestras vidas recuperen las exigencias y los compromisos
adquiridos con este sacramento, que es la base de nuestra vida cristiana".
El primer
domingo, "llamado Domingo de la tentación porque presenta las tentaciones
de Jesús en el desierto, nos invita a renovar nuestra decisión definitiva de
Dios y afrontar con valentía la lucha que nos espera para permanecer
fieles".
El segundo
domingo es el de Abraham y la Transfiguración y "como Abraham, padre de
los creyentes, nosotros también estamos invitados a salir de nuestra tierra, a
dejar la seguridad que hemos construido, para poner nuestra confianza en Dios.
La meta ya se entrevé en la transfiguración de Cristo, el Hijo amado, en el que
también nosotros nos convertimos en " hijos de Dios".
En el tercer
domingo encontramos a la Samaritana. "Como Israel en el Éxodo -dijo
Benedicto XVI- también nosotros recibimos en el bautismo el agua que salva.
Jesús dice a la Samaritana que tiene un agua de vida, que apaga cualquier sed:
un agua que es su mismo espíritu.
El cuarto
domingo nos hace reflexionar sobre la experiencia del ciego de nacimiento. En
el Bautismo somos liberados de las tinieblas del mal y recibimos la luz de
Cristo para vivir como hijos de la luz. (...) Por último, el quinto domingo
presenta la resurrección de Lázaro. En el Bautismo hemos pasado de la muerte a
la vida y nos volvemos capaces de agradar a Dios, de hacer que muera el hombre
viejo para vivir del Espíritu del Resucitado".
El
itinerario de la Cuaresma se caracteriza, en la tradición de la Iglesia, por
algunas prácticas: el ayuno, la limosna y la oración. El ayuno "significa
la abstinencia de alimentos, pero incluye otras formas de privación para una
vida más sobria" y "está también estrechamente vinculado a la
limosna", que "bajo el nombre único de "misericordia"
abarca muchas buenas obras". Asimismo en este tiempo la Iglesia "nos
invita a una oración más fiel e intensa y a una meditación prolongada de la
Palabra de Dios".
"En
este camino cuaresmal -concluyó el Papa- os invito a acoger la invitación de
Cristo a seguirlo de un modo más decidido y coherente, renovando la gracia y
los compromisos bautismales, para que revistiéndonos de Cristo, podamos llegar
renovados a la Pascua y decir con san Pablo: "vivo yo, pero no soy yo, es
Cristo quien vive en mí"".
Benedicto XVI
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